A mediados de 1940 el médico polaco Eugeniusz Lazowski, con la ayuda de su amigo el Dr. Stanislaw Matulewicz, inventaron una gran epidemia de tifus a base de un innovador método que consistía en inocular unos reactivos a personas sanas para generar falsos positivos. Las fiebres tifoideas eran ‘la peste negra’ para los alemanes, que acotaban en cuarentena cualquier brote sospechoso de propagarse evitando así la deportación y reclutamiento para los campos de trabajo y exterminio de los judíos polacos. Llegó a salvar a unos 8.000 judíos de Polonia de una muerte segura en campos de concentración nazi durante el Holocausto, haciendo la realización de sus servicios en el más absoluto secreto, bajo la amenaza de la pena de muerte.
El tifus era la epidemia más temida por el ejército alemán. Su capacidad diezmante preocupaba sobremanera. El mayor error médico del ejército fue conseguir desterrar la enfermedad de toda Alemania, impidiendo la formación de anticuerpos en la tropa Nazi.
En 1940 adjuntaron la muestra de sangre del primer paciente con el reactivo al laboratorio oficial nazi, cruzando los dedos de que no hubiera un nuevo y desconocido sistema de detección alemán. A los dos días recibieron el famoso telegrama rojo:
“Achtung, Fleckfieber! (Peligro Tifus) […] confirmado positivo. Aíslen al paciente. Imposible pise suelo alemán”
A partir de ese momento los doctores diseñaron un complejo y estratégico plan para Pseudo-infectar a la mayor cantidad posible de polacos.

Toda la región se llenó de carteles marcando territorio contaminado. El infierno para unos, fue paraíso para otros que consiguieron eludir el reclutamiento gracias a la perspicacia y valor de un par de jóvenes médicos polacos.
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